El Viti, apodo que le viene cariñosamente de la localidad salmantina de Vitigudino donde nació, es una leyenda viva de la tauromaquia.

Su semblante serio y solemne, pero afable, junto a su maestría en el ruedo le han llevado a ser considerado como uno de los mejores muleteros de la historia y un virtuoso de la tradición neoclásica.

Tal es su genialidad que hasta de las desventuras supo hacer arte. Siendo aun novillero una res le volteó en Francia, fracturándole gravemente el brazo izquierdo y dejándole una secuela que le impedía estirar completamente el brazo. Esto le obligo a desarrollar un juego de muñeca que le aportó un estilo de toreo muy personal, natural e inimitable, con una perfección que no se veía desde Manolete.